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sábado, 1 de junio de 2013

http://www.revistasomos.cl/2012/06/entrevista-claudio-naranjo-podemos-tener-esperanza-en-la-muerte-de-la-civilizacion/
¿Cómo debería ser la educación para estar al servicio de la conciencia humana? ¿Cuál debería ser el enfoque, cuál el cambio?
- A mí me gusta explicarlo en términos de tres acápites. Uno, el más obvio, es que la educación debe ocuparse de que la gente sea más buena, más bondadosa, más cálida, más empática, más solidaria. Hay tantas palabras que uno puede usar respecto a importarle el otro: no ser tan individualistas, no tan fijados en su propia ventaja, no tan egoísta, más amorosos.
Pero para que una persona se desarrolle en forma más amorosa necesita tener más amor por sí misma. No se puede amar al prójimo sin amarse a sí mismo, y aunque se repite el precepto cristiano “Ama al prójimo como a ti mismo”, la gente no se da cuenta que se odia a sí misma, que se rechaza, que se desvaloriza, que se avergüenza de sí misma, que se culpa a sí misma. Cada uno tiene un policía o un capataz metido en la cabeza, y si no se cambia ese régimen interno de autoacusación, de autodesprecio, de autopersecución incluso, es muy difícil amar al prójimo.
Ese aspecto de la educación debería ayudar a la gente a estar en armonía consigo misma, apreciativa consigo misma, a tratarse bien, a ser amiga de sí misma… A eso lo llamo el aspecto emancipatorio, porque tiene mucho que ver con la libertad. Mientras uno se está acusando, culpando, exigiendo, uno no es libre de la sociedad; está haciendo eco de las voces de los padres, que le dijeron “tienes que hacer esto, tienes que hacer aquello”.
Uno tiene que querer a su niño interior; la educación no ayuda a querer al niño interior, se encarniza contra el niño. No hay una voluntad de que los educandos sean más felices, parece completamente irrelevante que se le enseñe a la gente a ser más feliz. Así es que serían dos cosas: ser más libre y feliz, tener más fe en las preferencias espontáneas, que incluyen lo lúdico, los intereses espontáneos, los deseos de los niños.
Es parte de la cultura una criminalización de los deseos y dar por sentado que el deber es más importante que el placer. Yo creo que hay un cerebro que busca placer, y otro que busca el deber, y que estas son partes que deben estar integradas, que deben aprender a caminar juntas. Entonces esas serían dos cosas: amor y libertad.
Y la tercera es la sabiduría, que hoy ni siquiera se entiende qué es. Porque se supone que tiene que ver con el saber, pero más bien tiene que ver con una actitud ante las cosas, con el desapego. La sabiduría es algo como lo que va adquiriendo un niño que deja atrás los juguetes de una época que ya pasó. Así como el niño deja atrás los juguetes, los adultos también dejan atrás muchas de sus pasiones juveniles a medida que van madurando. Uno se va enfocando más en las cosas sustanciales, va encontrándole el verdadero sentido a la vida, lo que es vida, lo que no es vida. Es como una discriminación de lo que es banal o trivial de lo que es verdaderamente sustantivo.
La sabiduría es todo un campo que requiere del autoconocimiento. Me parece indispensable que la educación incorpore el autoconocimiento, que es lo que están haciendo las empresas, las industrias al empezar a realizar talleres con coaches, trabajos de conocimiento personal , porque se están dando cuenta que la gente trabaja mejor cuando está un poco más feliz. Los educadores no se han dado cuenta que para que la gente aprenda también necesita estar un poco más feliz.

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